Tras calzarse sus zapatillas deportivas y tomar su reproductor de música, al que colocó en su brazo junto a una cinta elástica que había comprado para aquello, se dirigió sonriente a la cocina. Abrió la nevera y le dio un pequeño sorbo a una botella de agua, para luego tomar una mermelada y untarla en unas tostadas que su mujer solía dejarle los días en los que no trabajaba. Tras comerse dos, volvió a beber agua, y se dirigió a la puerta delantera, listo para comenzar con su ejercicio diario: correr.
El trote era regular y moderado, dejando que su cuerpo llevara un ritmo un poco mas acelerado al que estaba acostumbrado debido a sus zapatillas viejas. Doblo acelerando un poco el paso en la esquina siguiente, pasando por delante de la casa de uno de sus colegas. La actividad parecía ser nula. Siguió trotando hasta girar de nuevo en la otra esquina hacia la derecha y de nuevo a la izquierda, zigzagueando en las calles para finalmente, llegar a su propia casa. Antes de entrar, estiro sus músculos con la vaya que separaba la casa de la acera, y luego, observando por un instante sus zapatillas un poco desgastadas por el tiempo, entro a la casa con el cansancio que su actividad física había conllevado.
Sus pasos cansados resonaban en toda la habitación a medida que se dirigía a la cocina. El silencio sepulcral del lugar a veces le resultaba armonioso. Contrastaba tanto con los ruidos que debía convivir día a día, aquellos que plagan la enorme ciudad, mas aún en su trabajo como policía. Es verdad que aquel empleo demandaba mucho de él, pero como detective, en su comisaria tenían aquel arreglo de tener ciertas fechas libres, aunque implicaba un mayor gasto en otros días. Pero no les importaba, la tentadora idea de no trabajar un día, ya era suficiente. Su mente aún divagaba con varias cosas, sin estar realmente enfocada en algo en concreto. Entro a su habitación quitándose el pequeño reproductor de música, al que colocó encima de la mesa de luz que le correspondía. Miró de reojo por la ventana, queriendo por curiosidad ver si algo sucedía en las afueras, pero la calma permanecía en el barrio.
Se dirigió al baño con suma lentitud, abriendo los grifos de agua de la bañera, y tras desvestirse, meterse en la misma por un baño frío y refrescante. De pronto, la media mañana en la que estaba viviendo comenzaba a agradarle más que de costumbre. Su cuerpo cálido en aquella tina lograba sacarle de su mente los mil problemas que podían atormentarlo. Una sonrisa se poso en su blanquecino y limpio rostro, siendo el moño de la perfección de aquella calma que estaba reinando en su casa.
Cuándo sus ojos de pronto se cerraron, para dejar que su cuerpo siguiera sumergiéndose en su posición, un sonido lo saco de su lugar, de aquella calma que había vivido al menos por media hora. Un sonido repetitivo que no cesaba, a todo volumen y que hacia eco en la habitación. Se levanto de la bañera como pudo y tras envolverse en una toalla, corrió a su pieza, esperando ganarle al sonido, porque si cesaba el ruido él iría a perder.
– ¿Hola? – pregunto ante la silenciosa habitación, con el teléfono en manos, mientras gotas de agua caían por su rostro, mojándolo aún mas. No había tenido el tiempo de secarse por completo, por lo que ahora, se podía ver una gran aureola de agua bajo sus pies, en la alfombra color manteca de su habitación matrimonial. Su rostro empalideció por un segundo, y tras dar una simple afirmación ante alguna pregunta que habría sido formulada del otro lado de la línea, corto y con pasos apurados se cambió como pudo, tomo un par de pertenencias y bajo corriendo apurado los escalones. Aquella noticia le había sacudido su tranquila mañana, y en el apuro, había tomado más de lo que necesitaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario